El segundo día comenzó con las espectativas de ir a visitar el Golden Gate, pero por hacerlo más interesante primero caminamos desde el hotel hasta el downtown deteniéndonos un momento en la Grace Cathedral. La verdad es que nos la encontramos por sorpresa porque en realidad no sabíamos que estaba allí pero bueno, merece la pena visitarla poque aunque no sea una catedral imponente tiene su interés. Por cierto, las guías dicen que está inspirada en la catedral de Notre Dame, pero a mí no me pareció que fuera tan similar.
Tras la visita eclesiástica seguimos rumbo al downtown, en concreto a Union Square, el corazón comercial de la ciudad. En dicha plaza y las calles dyacentes se encuentran todas las tiendas de las primeras marcas. Había algunos pintores y gente tomándose un café o un sandwich sentada en las terrazas.
Justo al lado se encuentra el punto de partida de dos de las tres líneas de Cable Car que hay en el centro de san Francisco, en la intersección de Powell Street y Market. El Cable Car es el famoso tranvía histórico de la ciudad. Ahora e suna atracción más que nada turística, porque para el ciudadano de a pie resulta más cómodo el uso del autobús o el metro. Además un sólo billete de Cable Car cuesta 5 dólares. Nosotros optamos por el 3-day Passport que sirve para todos los medios de transporte de la red MUNI incluyendo el Cable Car, y que sólo cuesta 18 dólares. Tuvimos que esperar de 15 a 20 minutos para montarnos en el Cable Car porque tiene pocas plazas y había cola, pero la espera está amenizada por el ritual mediante el cual los operarios del tranvía le dan la vuelta. Todo el sistema de Cable car es muy rudimentario y manual, en realidad no es un tranvía al uso, pues no es eléctrico. Es mecánico. A lo largo de toda la vía hay un sistema de cremallera oculto en el suelo al que el vagón se engancha para ponerse en movimiento. Por lo tanto, cero emisiones. Los conductores únicamente manejan el sistema de enganche a la cremallera. Para frenar desenganchan el vagon y fijan el freno para no caer por las cuestas. Para ponerse en marcha vuelven a engancharse a la cremallera y listo. Nada más. Dos palancas. Y nmucha gracia, porque alguno de los operarios son realmente desternillantes. Gastan bromas y montan la fiesta dentro del vagón, sobretodo por la noche.
A lo que iba, nos montamos en el Cable Car para llegar hasta la zona portuaria más cercana al Golden Gate y desde allí caminamos un poco por la playa hasta llegar al Palace of Fine Arts, en Presidio (una antigua zona militar que se encuentra en la zona más próxima al Golden Gate). No entramos porque no teníamos mucho tiempo y la entrada era cara, pero nos paseamos por el parque que lo rodea, que está lleno de cisnes, patos y otras especies y que está decorado con estética griega.
Después de esto, cogimos (aún no me he acostumbrado a no usar el verbo coger) un autobús que nos dejaba en el comienzo mismo del Golden Gate.
El símbolo de San Francisco es sin duda el Golden Gate Bridge (2700m) que une la península de San Francisco con Marin Headlands franqueando el estrecho Golden Gate, punto de unión de la bahía de San Francisco y el Océano Pacífico. El Golden Gate en realidad no es el puente más largo de San Francisco, existen dos puentes más de importancia: el que une San Francisco con Oakland dividido en dos tramos por la isla de Yerba Buena (en total tiene más de 5000m), y el Puente de San Mateo - Hayward (11000m). Pero el Golden Gate tiene mayor importancia no sólo a nivel turístico como símbolo que es sino también como infraestructura, pues es una vía de gran importancia para el tráfico y para el transporte de tendidos eléctricos. ¿Os estoy aburriendo verdad? Ahí van las fotitos.
El puente es impresionante. Caminar por él pone los pelos de punta. Las vibraciones que genera el tráfico lo hacen moverse de forma considerable. Miras hacia arriba y ves sus colosales torres, y miras hacia abajo y ves los casi 100 metros de caída hasta el agua. te sientes microscópico. Es una experiencia increíblemente estimulante. Nos quedamos con las ganas de llegar hasta el otro lado, pero para ello lo mejor es alquilar una bicilceta y nosotros no lo habíamos hecho. Se hacía tarde, no habíamos comido y eran las cuatro de la tarde así que nos retiramos para comer en una zona cercana a Ocean Beach, la playa del oeste de san Francisco. Una playa enorme que tiene el inconveniente de tener unas aguas muy frías. Os dejo como último regalo una panorámica nocturna que tome de la playa.